La gran obra marcadora del nuevo período, post Europa, se llamó "El hombre que fue", un cuadro que llevó más de un año de trabajo, que comenzó con dos figuras y terminó con una, que cuenta la historia del cambio, de la transformación, del ensueño. También habla del futuro, de la soledad, del anhelo. Es duelo y melancolía. Perfila lo que vendrá debajo de múltiples capas de color, o múltiples capas de dolor. ¿El hombre que fue o el hombre que fuí? Todavía no encontré la respuesta, tal vez en la obra que siga a esta haya una clave. Tal vez el texto que reproduzco debajo, aporte una señal:
El hombre que fue tiene dos versiones posibles. La primera cuenta la historia de un hombre que era guardián de sueños. La noche de su desaparición, velaba por el sueño de ELLA. Debía evitar que el universo onírico de ELLA configurase imágenes pesadillescas.
ELLA necesitaba descansar, sus abismos interiores estaban plagados de deseos perturbadores y ELLA no quería confrontarlos, por lo tanto le había suplicado a él que se mantuviese despierto y expectante para defenderla de sus propios fantasmas.
La segunda versión cuenta la historia del hombre que fue… a buscar un espanta sueños y en el camino se encontró con un pincel, a simple vista inofensivo. Sin embargo, el pincel estaba cargado de verde y de furia y le dijo: “no tenés derecho a dejarla sola, ni siquiera por un instante”. El hombre se asustó e invocó al espíritu de la noche por protección, pero éste, ansioso por apresar los sueños de ELLA descargó un azul acuoso sobre el hombre que se fue disolviendo hasta transformarse en una extensa mancha de color.