Las 49 + 1

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Ultima serie de 50 obras sobre los Chakras

martes, 11 de octubre de 2011

PENSANDO LA FELICIDAD

Pareciera que uno de los objetivos primordiales de cada ser humano es alcanzar la felicidad, pero siempre surge la pregunta de si será para siempre.


“Ser feliz” no es una utopía y, para muchos, la felicidad completa pasa por encontrar a la persona justa. Luego vienen las preguntas: “¿sos feliz conmigo?” y la respuesta, si es afirmativa reclama ser cuantificada y si es negativa, demanda explicaciones. Como si lo mas grande que podría dársele a una pareja fuese un estado continuo de felicidad. O como si lo mejor que pudiéramos esperar del otro es que nos haga felices.
Claro, siempre hay matices y por ejemplo, para muchos otros, vivir confortablemente también se aplica al concepto de felicidad. Algo así como “puedo tener todo lo que quiero y no me falta nada, por lo tanto soy feliz.” No importa tanto donde se encuentre la felicidad, o que o quien la origine, sí preocupa que no sea para siempre.
Y está bueno que no sea para siempre, porque muchas cosas adquieren su verdadero valor cuando ya no las tenemos.
En última instancia, si ser feliz es un estado pasajero, habría que pensar más en el bienestar como un estado sostenido. Y no demandar tanto del otro que nos haga felices sino que, fundamentalmente, nos trate con respeto y nos ame a su manera.
Esto último está en la base de la mayoría de los conflictos de pareja, la necesidad de amoldar al otro a nuestra propia conveniencia, disolviendo su esencia y transformándolo en un proveedor de afecto pero bajo ciertas reglas: las propias.
El amor, o para el caso, la felicidad, no pueden ser reglamentados, si pierden su espontaneidad se transforman en obligación, se mecanizan y toda relación basada en estas premisas está destinada al fracaso.
Por eso, retomando el tema de la felicidad, no podemos endilgarle al otro tamaña responsabilidad, así como tampoco tenemos derecho a forzarnos en satisfacer todas las necesidades de nuestra pareja por temor a que nos deje por no “ser feliz.”
Los cuentos de hadas han grabado en la memoria colectiva los finales felices, pero los príncipes azules escasean. Por lo tanto, podemos concluir que es erróneo pretender que la felicidad provenga de alguien externo, que nos cambiará la vida y que nos amará por siempre.
El primer enamoramiento, aunque suene a narcisismo, ha de ser con uno mismo y la felicidad ha de ser un sentimiento de uno para con uno.
El mayor bienestar proviene de respetarse las ganas de hacer algo, de preservarse ante situaciones de riesgo, de procesar de la forma más adecuada los estados emocionales y de participar de la maravillosa aventura que puede ser estar en pareja con alguien amado.
Solo así, puede lograrse un estado armónico y equilibrado que producirá sensaciones de plenitud, las mayores (conocidas como “peak experiences”) nos acercarán a la felicidad en estado puro, el resto, nos hará sentir y vivir conectados tanto con la realidad exterior como con la interior.
Después de todo, nadie puede llegar a conocernos, aceptarnos y cuidarnos mejor que nosotros mismos.
Podemos entonces redefinir el “ser feliz” como estar con uno, centrado en uno, para poder abrirse a otro y a su universo. La pareja es el lugar ideal para compartir aprendizajes y crecer al lado de quien amamos. Sin buscar mediciones ni pruebas de amor, sin pretender que nada cambie ni se estanque. Crecer en pareja es también crecer como persona. Y si no tenemos pareja, podemos seguir creciendo, ya que nos tenemos a nosotros mismos.
Aunque suene abstracto e intangible, la felicidad existe, se experimenta, viene y va, nos toca por un momento para volver después, tal vez, mucho después, pero no por eso deja de existir. Todo depende de cómo miremos la vida y que le pidamos al destino.
Lic Luis Formaiano