Hace tiempo una obra de teatro no me perturbaba tanto. Es que "La Segunda Pregunta" aborda una multiplicidad de temas en un texto rico, profundo y complejo, producto de la lucidez creativa de su director Diego Palacios.
En poco más de sesenta minutos perdemos noción del tiempo y del espacio para ingresar a un mundo donde prevalece algo ominoso, un viejo que no termina de morir, una carta que no llega, una pregunta que no puede ser recordada.
La única certeza que poseemos en nuestra vida es la de la muerte y pensar en la muerte siempre incomoda, angustia, porque aún siendo certeza es desconocimiento. Y ese "ser sin ser" está maravillosamente plasmado en el personaje de "Pájaro", un papel en el que Gabriel Yamil deslumbra. Su cuerpo y su voz son como un viaje en la montaña rusa, de pronto produce vértigo, asusta, otras, sentimos su desolación e impotencia. Y María Viau, como "Mariposa" es el contrapunto perfecto de la presión que ejercen dos polos opuestos, dos energías diferentes, la de Eros y la de Tánatos.
El arte siempre se ha ocupado de representar a ambos de diversa forma, pero en especial a la muerte: los pintores simbolistas la han vestido con diferentes ropajes, filósofos, teólogos y psicoanalistas han escrito cientos de miles de paginas tratando de explicar lo que tanto nos angustia a los occidentales. "La Segunda Pregunta" nos interpela, nos invita a revisar nuestras creencias, nuestra visión de la vida y de la muerte, nuestro rol dentro de esta maquinaria en la que, a fin de cuentas, no somos más que un legajo, con un alta y una baja en espera, como tan bien lo expresa Palacios en su obra. En el medio, pueden desarrollarse toda clase de patologías alrededor de la angustia existencial, del paso del tiempo - en un momento Mariposa dice "El tiempo nos jadea en el cuello" - y del temor a la muerte.
En suma, "La Segunda Pregunta" posee tantos niveles de lectura como uno se atreva a descubrir, despojándose del miedo a pensar en lo impensable. Tal vez, por eso sea tan perturbadora y fascinante a la vez, porque habla de algo universal, de una trama donde cada uno se inserta donde puede y como puede y así, vive y seguramente, así también morirá.
sábado, 13 de abril de 2013
martes, 5 de febrero de 2013
ESCUCHAR CON EL CORAZÓN
Un nuevo año termina y siempre es una buena oportunidad para darle un
cierre a ciclos y abrir nuevos, tal vez, con otras características o una
modalidad distinta a la que estamos acostumbrados.
Fin de año es
una época en la que todo el mundo se siente revolucionado. Entre aquellas cosas
que no se pudieron lograr en el año que termina y la expectativa por lo nuevo
que abre el año que está por comenzar, se instala muchas veces un sentimiento
de ansiedad.
Dicha
ansiedad, no pocas veces, se vuelca a la relación de pareja, como si ésta
tuviese en parte la responsabilidad de aquello que uno no pudo hacer. Así,
aparecen reproches, demandas, pase de facturas, etc. Y se olvida, que esa
pareja, estuvo presente pero no como facilitadora sino como soporte, estimulando
desde su lugar, mucho o poco, la concreción de un proyecto personal. Por lo
tanto, en esos casos, no hay que olvidar agradecer. Agradecer por el
acompañamiento, por simplemente estar, sin adjudicarle responsabilidades que no
le competen.
Parece que es
más fácil cargar al otro con culpas por cosas que tiene que ver con uno mismo.
Muchas parejas traen a consulta esta problemática, y me pregunto – y les
pregunto, ¿no será que se pone demasiada expectativa en lo que el otro me
debería dar?
La pareja es
un lugar de crecimiento propio y de a dos, pero también es un espacio de
escucha mutua, de apoyo mutuo y de comprensión. La comprensión es fundamental,
porque habrá cosas que se puedan y otras que no, pero eso no implica que el
mundo se termina. La erosión que un fracaso puede causar en la autoestima solo
puede ser mitigado con el amor de nuestra pareja. Pero no tiene que escucharnos
con los oídos, sino que tiene que hacerlo con su corazón. Y viceversa.
Estamos
demasiado acostumbrados a mandarnos solos por la vida, aún estando en pareja,
pensando que el otro está ahí para cumplir con una función que muchas de las
veces no se vislumbra con claridad.
Y su función
es muy sencilla: querernos y escucharnos con el corazón, allí, donde se aloja
el amor que siente por nosotros.
Por eso
considero que acercándose fin de año y ante el surgimiento de nuevas
perspectivas y de un volver a probar aquello que en su momento no funcionó, es
imperioso revisar cómo vemos a nuestra pareja, si lo vemos como un aliado, como
un soporte incondicional, como alguien que tiene su propia vida pero puede
entrar en la nuestra y apuntalar un proyecto, pero nunca dejando de ser quien
es.
Es
precisamente la percepción errónea de nuestra pareja, ya sea que lo veamos como
un padre, un hermano, un maestro o un ideal a conseguir, la que produce muchas
de las fracturas en una relación. Hay que relacionarse con el otro por quien
ese otro es: un otro. Alguien diferente, que eligió, que nos eligió y que nos
acompaña y que puede escucharnos y ofrecernos una perspectiva del camino a
seguir que tal vez sea conveniente explorar.
Le deseo un
muy feliz año a todas las parejas de corta y larga data, así como a todos los
que aún están en la búsqueda de alguien, que pueda escucharlos con el corazón.
Lic Luis
Formaiano
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