Las 49 + 1

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Ultima serie de 50 obras sobre los Chakras

domingo, 27 de marzo de 2011

EN EL REINO DEL PEZ

En un tiempo lejano, tan lejano que los ojos de la memoria se pierden en él, existió un reino, el reino del pez.
En el vivía una princesa, más hermosa que mil perlas desparramadas sobre arena húmeda en un día de sol. Ella irradiaba vida, era la única presencia luminosa en la corte. Pero también había alguien que vivía envuelto de fascinación por ella, el bufón.
El pasaba largas horas mirándola desde detrás de las pesadas cortinas del palacio, admirando cada movimiento, hasta cuando ella se sentaba inmóvil con una caja en la mano y perdía su humanidad para transformarse en una muñeca de luz.
¿Qué había en esa caja que la tornaba tan luminosa y melancólica a la vez?
El bufón comprendió la importancia de lo que había en esa caja el día que notó que una lágrima caía sobre la mano de la princesa, mientras acariciaba el cofre, y luego otra, y otra. Impertérrita, erguida, lágrima tras lágrima iban cayendo hasta que todo el piso estuvo cubierto de llanto. Y entonces, se puso el sol… para siempre.
Una noche, entre tanta noche eterna, mientras la princesa dormía, el bufón entró en su cuarto a hurtadillas. Al haber caído una impenetrable oscuridad sobre el reino, no se sabía cuando podía llegar a despertarse.
Con imperceptibles movimientos se fue acercando a la caja que guardaba el secreto de tanto llanto. Lo tomó entre sus temblorosas manos, conteniendo su respiración y lo abrió, sorprendiéndose de que no estuviese con llave.
Debió taparse la boca para no emitir un gemido, pues dentro encontró un corazón. Cerrando la caja con tanto cuidado como la había abierto, la dejó sobre la mesa del cuarto y salió raudamente. Necesitaba aire, tal visión le había robado la alegría. ¿A quien pertenecería ese corazón? Pudo sentir que aún latía, o tal vez lo imaginó. ¿Sería de su padre, el rey, quien un día salió de caza y jamás regresó? ¿O sería de su madre, la reina, que un día se cansó de respirar y murió ahogada?
Sea de quien fuese, la princesa sufría y no había nada que el bufón pudiera hacer por ella, hacía mucho tiempo que había dejado de reír. Es más, ni siquiera lo requería, pues ya nadie reía en el palacio.
Decidido a no dejar que el sueño o la noche eterna le robasen el placer de mirar a su princesa, encendió cien mil antorchas, rodeando el palacio, pero especialmente frente a la ventana del dormitorio de la princesa, justo a la entrada del bosque.
Ésta, creyendo que había salido el sol, despertó de su letargo y corrió hacia la caja, encontrando que no estaba cerrada en la posición que ella la había dejado la última vez que la abrió. Un grito perforó la noche, acalló a las aves nocturnas y erizó el cabello del bufón. Había sido descubierto, aunque la princesa no tendría manera de saber que había sido él quien había descubierto el contenido del cofre.
Momentos después, la vio salir por la entrada principal camino al bosque, llevaba el corazón pendiendo de su brazo derecho, pero solo atinó a dar unos pocos pasos antes de comenzar a convertirse en piedra. Engañada por las antorchas, la luz que irradiaba el fuego la petrificó y la convirtió en una estatua desprovista de vida.
Un gran pez se acercó a ella con la intención de beber el néctar de sus pechos, pero solo encontró la tela de un vestido raído por el paso del tiempo cubriendo un cuerpo que, en realidad, jamás había vivido.

Luis Formaiano – Marzo 2011

1 comentario:

Unknown dijo...

SIN LEER EL TEXTO ,LA IMAGEN ME SUGIRIÓ MUCHA VIDA . QUÉ MARAVILLOSO CUENTO Y QUÉ BELLA Y POÉTICA FORMA DE EXPRSARLO FELICITACIONESSSSSSSS AMIGO